Promesas y leyes electorales… El canto de las sirenas.


En su reciente columna el Ministro Cossío, de forma acertada señaló que “(..) la ley, por sí misma, no transforma la realidad, no tiene ese poder metafísico o mágico o religioso (…)”

Así, a propósito del actual proceso electoral, fuimos testigos que, en su oportunidad, las reglas sobre el conteo rápido; la veracidad de las firmas de los candidatos independientes; el financiamiento público, entre otros, han sido temas resueltos sobre la marcha y que en nada abonan a la claridad sobre las reglas del juego.

Esto es, hoy más que nunca, se advierte que la regulación por sí misma no cambia la realidad y, que por más que resulte trillado se requieren de buenas prácticas que permitan hacer eficiente su aplicación y acortar la brecha de legitimidad entre los políticos y la ciudadanía.

Cómo muestra un botón… en la reciente sesión del INE, diversos partidos políticos fueron sancionados con una cifra cercana a los 2.4 millones de pesos por la afiliación sin su consentimiento de diversos ciudadanos y, en otros casos, por no haber llevado a cabo su proceso de desafiliación.

Esto parecería trivial, pero no lo es porque en cada uno de estos casos, como en otros tantos, se está en presencia de un inadecuado uso de los datos personales de millones de ciudadanos.

Hecho que cobra relevancia porque el árbitro electoral, aplicando a raja tabla la ley electoral, simplemente se limitó a imponer una sanción económica a los partidos políticos, pero bien vale preguntarse ¿esta conducta no era merecedora de una investigación por parte de FEPADE y el INAI, por la probable comisión de un delito electoral o el mal uso de datos personales?

Lamentablemente con la actual regulación electoral, resulta imposible abrir estás investigaciones a los partidos, pero es de reflexionar que estos casos al igual que lo sucedido con las firmas de los independientes necesitan de castigos ejemplares que eviten este tipo de conductas.

Por lo que, más allá de las promesas electoreras de grandes reformas, es y resulta necesario emprender acciones concretas y específicas que nos lleven a evitar que la clase política, incluidos los independientes, creen mercados negros de la información sobre bases clientelares que, entre otras variables, lucran con la pobreza y lo más importante minan la confianza en el sistema político, toda vez que nos llevan como ciudadanos a cuestionarnos sobre la confiabilidad en el manejo de nuestros datos.

De tal suerte, aquí una vez más llegamos al mismo dilema, las normas son suficientes o se requieren que vayan acompañadas de la implementación de buenas prácticas que inhiban los ilícitos.

Sin duda, la respuesta pasa por la comunión necesaria entre las normas y las adecuadas prácticas, las cuales contribuirán para fijar lineamientos, con la finalidad de que los partidos transparenten su base de afiliados, así como sus procesos de afiliación como de desafiliación.

Y, del mismo modo, esto será extensivo para realizar los ajustes necesarios para que los candidatos ciudadanos no tengan incentivos a entregar firmas apócrifas y, así tener la certeza la ciudadanía en general que, ningún dato será utilizado de manera indebida por parte de los actores políticos.

Problemática que deberá encontrar como sendero para su solución: la transparencia y el establecimiento de castigos ejemplares, cuya responsabilidad no sólo se limite al ámbito electoral, sino que también se involucren a las autoridades penales como administrativas de otros ámbitos, para que el día de mañana no quede la impresión que un rasero distinto se aplicó para los partidos políticos y otro para los independientes.

En conclusión, toda persona o institución que decida participar en política debe someterse a las reglas del juego que, en mi tiempo, lo llamaban “Estado de derecho”, hoy extraviado en el canto de las sirenas, saque usted sus propias conclusiones.

Publicado: enteratede.com.mx

14.05.2018


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