El dinero y las campañas…


Hace unos días inició el proceso electoral, exactamente, será un período de 90 días en donde los partidos políticos y los candidatos, con independencia del domicilio ideológico que se profese, buscarán persuadir a la ciudadanía para que depositen su voto a favor de sus propuestas, destacando como temas comunes de sus plataformas programáticas: el combate a la corrupción, la impunidad y la seguridad pública, entre otros.

Sin embargo, a pesar de lo atractivo que puedan parecer estas propuestas, si establecemos como problemática central el combate a la corrupción, lejos de preguntarnos cómo se combatirá en un futuro gobierno, también vale la pena cuestionarnos ¿los gastos que realicen los partidos políticos y sus postulantes guardarán correspondencia con lo reportado en sus informes de campaña?

O, en otras palabras ¿el modelo de fiscalización será capaz de capturar lo que sucede en la realidad? Sin duda, el actual proceso electoral pondrá a prueba las capacidades del INE, para erradicar el uso indiscriminado del dinero en efectivo y la práctica de las dobles contabilidades, es aquí donde la clase política tendrá la oportunidad de demostrarle a la ciudadanía que la corrupción y la impunidad no sólo constituyen un discurso electoral, sino por lo contrario, es un compromiso de aquí y ahora... y no producto de espejismos y de palabras al vuelo.

Ello, cobra relevancia porque, necesariamente, la fiscalización lleva aparejada la revisión del adecuado ejercicio de recursos públicos, por lo que la actuación del árbitro electoral, así como de la clase política no puede ser insensible a las dificultades que viven miles y millones de mexicanos y mexicanas que, según datos oficiales de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) han mostrado un panorama de rezago, con cifras escalofriantes, de aproximadamente 54 millones de personas viviendo en la pobreza, con altos índices de desigualdad.

Motivo por el cual, si nuestro sistema electoral quiere recuperar la legitimidad que alguna vez tuvo, este será el punto de inflexión para probar que se pueden llevar a cabo campañas austeras, acompañadas de los mecanismos que transparenten el origen y destino de los recursos, disipando cualquier vestigio de un gasto irracional proveniente de fuentes ilícitas.

Para ello, si bien se entiende que no es una tarea que, únicamente, sea competencia del órgano electoral, ya que la corrupción debe atacarse como un problema criminal, no puede ni debe dejar de reconocerse que se trata de una labor de coordinación entre las autoridades, sociedad civil y los observadores electorales, lo cual nos permitirá lograr un adecuado blindaje del uso de dinero proveniente de fuentes de dudosa procedencia.

Una de las propuestas, será no limitarse a una fiscalización restringida a lo reportado por los partidos y sus candidatos en el sistema integral de fiscalización, sino también procurar una auditoría de las redes sociales, que hoy en día juegan un papel primordial en las campañas, y que lamentablemente nuestra normatividad no prevé regulación alguna, por su carácter novedoso.

Lo cual no debe confundirse con un papel de censores de la libertad de expresión, sino a partir del hecho de identificar la existencia de publicidad pagada que busca ser ocultada por los contendientes.

Es ahí donde será importante comunicar a la ciudadanía las acciones de colaboración entre el INE y los gigantes de las redes sociales como Facebook y Twitter, entre otros, a partir de las cuales se tiene la obligación de no sólo acreditar la contratación entre los partidos y los intermediarios, sino también entre los intermediarios y estas grandes empresas, para así evitar casos como el de Coahuila en donde fallos procesales llevaron a hacer oídos sordos a gastos no reportados.

Así, estos convenios de colaboración deberán expresar la urgente necesidad de contar con respuestas inmediatas, para que así los participantes no tengan la posibilidad de alegar la falta de una garantía de audiencia, pero esto no puede ser un esfuerzo aislado por parte de la autoridad electoral, sino también es necesario que los ejercicios de fiscalización se transparenten e involucren a la ciudadanía mediante la creación de observatorios ciudadanos que contribuyan no sólo a identificar noticias falsas, como es el caso de #verificado 2018, sino que sean un respaldo para que el árbitro electoral realice una revisión más exhaustiva.

Esto es, apoyarse en estas iniciativas para hacer verdaderas fiscalizaciones de campo con el propósito que se capture lo que realmente gastan los contendientes en un proceso electoral. Por lo que utilizando la figura del “amicus curiae” o amigos de la corte, estos observatorios podrán contribuir a un ejercicio de auditoría por aire y por tierra, a través del seguimiento de los espacios electrónicos, pero también con el acompañamiento de brigadas ciudadanas que coadyuven en los recorridos que lleva a cabo la autoridad en la revisión de la propaganda en la vía pública, así como en los eventos masivos organizados por los candidatos.

No obstante, ya iniciada la actual contienda, este tipo de acciones serán difíciles de emprender, por lo que tomando como punto de partida las iniciativas emprendidas por organizaciones como #verificado2018, las mismas podrían considerarse como la oportunidad para que a partir del monitoreo de las noticias falsas se obtengan elementos probatorios que le proporcionen indicios al órgano fiscalizador. Ello a partir de pruebas que le permitan investigar donde su actividad ya sea por falta de recursos humanos o materiales no llegue.

Sean estas propuestas, un espacio para crear responsabilidad ciudadana y decirle a nuestra autoridad electoral no están solos, pero también se requiere que el INE propicie estos puntos de encuentro, por lo que ¿no será este el camino para recuperar la legitimidad pérdida?


02.04.2018

Publicado en: enteratede.com.mx







No hay comentarios:

Publicaciones